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The Rasmus, Luna Park


Fecha de la Noticia: 2009-05-01


Por tercera vez los finlandeses se presentaron en la Argentina para transformar el palacio del box en un templo emo. Ya con una base consolidada de fans en estas tierras, The Rasmus vino a presentar su placa Black Roses y a ver si los alaridos de sus fanáticos siguen tan agudos y estridentes como los de sus pasadas presentaciones en Obras y en el Club Ciudad.

El público de The Rasmus tiene una segmentación muy particular. La primera es su edad, decididamente adolescente. No entiendo bien por que la gran mayoría de sus seguidores no alcanzan la mayoría de edad. La música de los fineses no parece dirigida directamente a un nicho púber. No son los Jonas Brothers ni Miley Cyrus. Ni David Archuleta ni mucho menos Airbag. Hacen un estilo que debería darle un rango de edad infinitamente mayor a su hinchada.

Quizás sean una franja generacional que no quiera música de segunda mano, que estén decididos a no heredar bandas de sus padres y mucho menos compartir las propias. Hasta creo que verían con malos ojos que su banda favorita se transforme en un éxito de ventas y quede al alcance de cualquier hijo de vecino. Confieso que yo pensaba exactamente así hace veinticinco años.

La segunda segmentación es de género. The Rasmus no es una banda para chicas. Ninguno de sus componentes sonoros o estéticos es privativo de un género en particular. Pero ahí están: casi todas son mujeres. No solo eso, son fanáticas. Mas aún, fundamentalistas a ultranza de su Dios, el cantante Lauri Ylonen. Pensé que podría llegar a ser un karma para la banda, pero desde el escenario el come on girls! del vocalista parecía dejar pistas de que ellos algo tuvieron que ver con todo esto.

En el piso del Luna, mas de dos mil chicas se apiñaban sobre el escenario. El campo parecía a medio llenar pero en realidad sus fans habían elegido apretujarse todas en los primeros metros. De esa manera se podía ver como cerca del vallado el público hacia lo imposible para respirar, diez metros mas atrás no había casi nadie y algunos elegían ver el show sentados en el piso. Es una cuestión física: si todos los tikets los compran gente chiquita que se aprietan entre ellos queda más de medio campo vacio aunque se hayan vendido casi todas las entradas de ese sector.

Se apagaron las luces y a partir de ese momento hasta el último acorde del final fue todo griterío, éxtasis, saltos y baile frenético de un Luna Park que se sabía todas las letras y que se lucía cada vez que quedaba a capella. No había neutrales ni nadie que se haya acercado por conocer algún hit radial, eran todos fanáticos y algunas banderas finlandesas que flamearon me dan la razón.
The Rasmus es una banda interesantísima. No reniegan de su origen nórdico e investigan en una suerte de un metal progresivo soft. Son como si los miembros de Stratovarius saliesen a escena con una sobredosis de sedantes. Se revuelcan en el mismo corral de Nightwish, Lacrimosa y Angra en ese tipo de composición con versos lánguidos y lacónicos que revientan en un estribillo épico y glorioso. Pero bajan la velocidad de power metal a alternative rock.
Heredan la angustia desgarradora del grunge pero le agregan el lirismo nórdico y queda una poesía emo. Trocan el canto lírico por una voz mas intimista.

Cuando quieren, apagan el overdrive, muestran su semblante pop y hacen bailar a la gente. Un abanico muy parecido al de Placebo aunque la banda de Brian Molko y la de Lauri Ylonen no compartan muchos seguidores
Si bien los hits radiales hicieron detonar a los fans todos los temas fueron muy coreados y bailados.La platea vio todo el show de pie, por lo cual fue un concierto parejo como pocos, que no bajaba en intesidad ni siquiera en el par de lentos que tocaron. Los alaridos de las chicas no me permitieron distinguir la voz de Lauri con tanta claridad, aunque siempre es divertido ver a un pelotón de fanáticos agonizando por una banda que para el rockero promedio argentino es casi desconocida.

Hubo odaliscas, gente del publico cantando en escena, cantitos, carteles, rosas negras, lencería arrojada al escenario y todos los aditivos de un coctel explosivo adolescente.

Tres mil chicos vieron el show de sus vidas. Yo la pasé muy bien y confirmé que los finlandeses haciendo música son cosa seria y me fui con una sonrisa que contrastaba con la cara de orto de decenas de padres que esperaban con fastidio por sus hijas en la puerta del Luna.

Si bien ya esta todo inventado en el rock, The Rasmus evidencia que todavía quedan formas novedosas de dosificar y mezclar todos los ingredientes de esta formula.




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